lunes, 16 de agosto de 2010

Eh, princesa.

Laura, mi pequeña, mi hermana y mejor amiga ante todo:
Anoche eran las cuatro de la mañana y tú, que sabes que soy un alma nocturna empotrada en mi cama: pensé en ti, pensé en todo cuanto te tengo que abrazar, contarte y compartir mi risa con la tuya: incontenible.
No sé si es por el tiempo que llevamos separadas; por tu regreso al amor y mi despedida y reencuentro en mi pequeño mundo; por si tus penas, que no son pequeñas, te amargan cada noche; y las mías me hacen llorar [yo llorar, sí pequeña: increíble], aunque sean diminutas al lado de las tuyas y..., llevamos demasiado tiempo sin hablar desde tu última llamada: 4 de agosto, qué día tan trágico. Bueno, necesito confesarte cómo me siento aquí tirada sobre la mesa con mis rotuladores, mi cuaderno y mi lámpara verde en una habitación últimamente exageradamente desordenada.
Y veamos, ¿cómo decirte que esta es una confesión de soledad?, bueno, ha sido bastante más fácil habiendo derramado ya litros de lágrimas. Así es como estoy: triste y sola.
Perdida entre tanta gente con la que no me voy a llegar a adaptar por lo diferente que he sido siempre; que como tú dices: 'por mi cara bonita' lo consigo todo, y no, no es verdad. Es justo lo contrario, nena. Si no, ¿por qué iba a estar hablándole a mi cuaderno de matemáticas y que después, de algún modo, esto llegue a ti?
Todo esto es tan distinto desde entonces que no sé cómo empezar, ¿pero qué digo? si me conoces ya tan bien que estoy segura que sabes de lo que necesito hablarte, porque todo únicamente se reduce a él, desde hace un año ya, que vivo con la historia [tan fantasiosa como soy] de que él lo observa todo y sin darme cuenta, lo primero en lo que pienso nada más mirarme en el espejo es si le gustaría así o asá, aunque siempre acaba eligiéndome tal cuál: como siempre.
Y bueno, ¿qué más contarte? conoces mi historia porque la has vivido a mi lado y has visto como él me ha cambiado en tantos aspectos a mejor, al fin y al cabo.
Como cuando todo empezó, que iba radiante yo a todas partes; o como cuando acabó que me limité a ser un zombi cuyos propósitos los marcasen mis obligaciones a seguir, aun siendo siempre fuerte por mi personal odio al 'dramatismo en escena', ya sabes. Volví a ser yo cuando dejé de vivir en la incertidumbre de su cómo iría su vida y cuando me di cuenta y a regañadientes tuve que aceptar que sí, que estaba enamorada por mucho que odiase decirlo. Y volví a sonreír cuando me llamaba por las mañanas despertándome con un 'buenos días, princesa', frase de una de mis películas favoritas: "La vida es bella.", acompañado de un '¿sabes que estás preciosa nada más levantarte?' y yo con la voz todavía ronza y las marcas de las sábanas en la cara me reía y le decía que se equivocaba por completo pero siempre recordándole cuantísimo le quería.
Y ahora, por así decirlo: vuelvo la incertidumbre y tengo miedo, mucho. ¿Por qué ahora no hace nada por saber de mí?, aunque me conteste que me quiere cada vez que uso mi cordial bordería para recordarle que sigo existiendo y lo mucho que me duele que pase tan olímpicamente de mí. Pero, ¡ése es el problema!, que no sabe todo lo que estoy dispuesta a dar por él. Y ya es que no sé si no lo entiende o peor, no lo quiere entender...
Bueno princesa, esas son mis nuevas y no muy sonrientes noticias a parte de que estoy ansiosa por volverte a ver y de saber como estás llevando todo lo que te cierne. Solo recordarte que te quiero...
P.d: echo de menos tu sonrisa, una gran amiga mía, por cierto; y a tu pequeño gatito: 'el Gran General". (:

1 comentario: